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    MADRID, 3 (EUROPA PRESS) El 73 por ciento de pacientes con urticaria crónica ve afectada su vida social por la enfermedad, el 70 por ciento su vida sexual y uno de cada cuatro falta al trabajo, según una encuesta realizada por la Asociación de Afectados de Urticaria Crónica (AAUC). Se trata de una enfermedad autoinmunitaria que afecta a la piel y las mucosas, y actualmente no está considerada como una enfermedad alérgica. Sus manifestaciones consisten en la aparición prácticamente diaria de habones o ronchas por todo el cuerpo, en ocasiones acompañadas de angioedema, que consiste en una hinchazón de zonas laxas de la piel como labios o párpados. “Nuestra calidad de vida se ve deteriorada en muchos sentidos. Se trata de una enfermedad que no te deja tener una vida normal. Por ejemplo, hay noches en las que el picor y el malestar te despiertan y no te dejan dormir, o al comprar ropa hay que fijarse en el roce los tejidos y etiquetas”, ha comentado la presidenta de la AUUC, Meritxell Cortada. Ahora bien, la urticaria crónica no está considerada actualmente como una enfermedad alérgica, ya que casi nunca está causada por una sensibilización o una reacción de hipersensibilidad a alérgenos ambientales como el polen, los hongos, los ácaros del polvo o los epitelios de animales. Por tanto, las pruebas de alergia y los análisis de laboratorio normalmente empleados en estos diagnósticos no serán útiles para los casos de urticaria. “Muchos de los afectados por urticaria crónica empezamos nuestra andadura por la enfermedad creyendo que tenemos una alergia. Es totalmente lógico, porque gran parte de la sintomatología de la urticaria crónica es parecida a la de una alergia (habones, picor). Es por eso, que nos resulta sencillo ponernos en la piel de todas las personas que sufren alergia y empatizar con su enfermedad”, ha añadido Cortada. En este sentido, el presidente electo de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), Antonio Valero, ha reconocido que las causas que la provocan son difíciles de determinar y su diagnóstico no siempre resulta fácil, lo cual supone un desafío tanto para el clínico como para el propio paciente. No obstante, se han establecido nuevas estrategias terapéuticas con los fármacos que ya se disponían y han aparecido nuevos tratamientos basados en anticuerpos monoclonales que permiten controlar de forma más adecuada esta enfermedad. “Aunque el tratamiento de elección suele ser el uso de antihistamínicos en las dosis recomendadas, e incluso incrementadas, a veces la respuesta no es aceptable, y existe un grupo de pacientes que continúa manifestando síntomas y signos de la enfermedad. Los especialistas deben facilitar nuevas alternativas de tratamiento a los pacientes cuando los antihistamínicos no funcionan”, ha zanjado Valero.

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