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    MADRID, 31 (EUROPA PRESS) El trasplante pulmonar es una opción cada vez más valorada en todas las patologías respiratorias, siendo la fibrosis quística la patología más beneficiada, mientras que la EPOC y la fibrosis pulmonar idiopática son Las que han alcanzado por el momento los de resultados más modestos, según los datos del doctor Rodrigo Alonso Moralejo, neumólogo del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid “No hemos alcanzado la meseta, cuando el número de usos se estabiliza”, afirma el experto en el marco del XXII Congreso de NEUMOMADRID. En el caso de la fibrosis quística, recuerda que son “pacientes con una probabilidad de fallecimiento muy elevada” y en la que el 80 por ciento se mantiene con vida un año después de la intervención, y un 77 por ciento, pasado un lustro. La mediana de supervivencia -el valor que deja tanto por encima como por debajo al 50 por ciento de los trasplantados- ha alcanzado en esta enfermedad los 8,5 años. “Es la estrella del trasplante pulmonar, y además estamos trasplantando a pacientes cada vez más mayores, que son capaces de asumir mejor todos los cuidados post-trasplante y probablemente obtendremos un beneficio extra”, añade. En hipertensión pulmonar idiopática, la mediana se sitúa en 5,7 años; en enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), en 5,6 años, y en fibrosis pulmonar idiopática, “el patito feo”, en torno a los 4,8 años. Por otro lado, recuerda que los estudios establecen que hacer un trasplante bipulmonar (sustituir los dos pulmones) es más beneficioso para el paciente, pero “nos topamos con la limitación de donantes, por lo que se mantiene la necesidad de seguir haciendo unilaterales”. El especialista ha impartido una ponencia sobre supervivencia y calidad de vida en el marco del Congreso de la Sociedad Madrileña de Neumología y Cirugía Torácica, que se está celebrando este en Madrid. Precisamente la calidad de vida es algo que necesita mejorar, pues aunque se carece de datos sólidos, solo un 20 por ciento trabaja después del trasplante, por ejemplo. No obstante, el componente físico mejora, si bien es el emocional el que pesa más, ya que “no cambia tras la intervención y permanece bajo”, en gran medida por el excesivo control y medicalización del paciente que dificultan este aspecto, y, explica, “sobre el que hay que seguir trabajando”.

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