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    MADRID, 11 (EUROPA PRESS) Un estudio desarrollado en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), publicado en ‘Cancer Cell’, ha señalado a una molécula proinflamatoria (IL-17A) como actor fundamental en el desarrollo del cáncer de hígado, al tiempo que ha mostrado que su bloqueo o la inhibición de las células que la secretan con fármacos como la digoxina (un antiarrítmico) prevendría su aparición en pacientes con riesgo de desarrollar este tipo de cáncer. El carcinoma hepatocelular es el tumor de hígado más agresivo y una de las principales causas de muerte por cáncer. Existen varios factores de riesgo asociados a este carcinoma y sus estadios previos pero los mecanismos moleculares subyacentes al proceso no están claros. En este sentido, el hígado graso se caracteriza por la acumulación excesiva de lípidos, una condición muy frecuente en las personas obesas, con hepatitis víricas y con diabetes. Además, es un factor de riesgo para el cáncer de hígado, si bien no todas las personas obesas desarrollan esteatohepatitis no alcohólica, que es la forma más severa de esta enfermedad y que tiene un importante componente inflamatorio. “La mayor parte de la gente piensa que la acumulación de grasa en el hígado (llamada esteatosis) es el primer paso para el desarrollo de , pero en realidad la inflamación determina el pronóstico a largo plazo de la enfermedad, ya que sólo del 10 al 20 por ciento de los pacientes obesos con hígado graso desarrolla esteatohepatitis no alcohólica”, ha explicado el líder del estudio, Nabil Djouder. ACTUALMENTE LA ESTEATOHEPATITIS NO ALCOHOLICA NO TIENE TRATAMIENTO Asimismo, Djouder y sus equipo han observado que la esteatohepatitis no alcohólica, que hoy en día no tiene tratamiento, es el resultado de varios procesos y que el primer paso es el daño en el ADN y la inflamación causada por el exceso de nutrientes. Trabajando con diferentes modelos de ratón, los autores muestran cómo el exceso de nutrientes estimula la expresión en el hígado de un oncogen llamado URI, el cual provoca daño en el ADN de los hepatocitos (las células del hígado) y esto desencadena inflamación sistémica y un diálogo entre el hígado y el tejido graso que culmina con la aparición de NASH. Cuando se produce el daño en el ADN de los hepatocitos, las células inmunes se infiltran en el hígado, especialmente los linfocitos Th17 que secretan una sustancia proinflamatoria llamada IL-17A. Esta molécula provoca la infiltración de neutrófilos en el tejido graso que causa resistencia a la insulina y la liberación de ácidos grasos que se acumulan en el hígado o, lo que es lo mismo, esteatohepatitis no alcohólica. Del mismo modo, los autores han comprobado el papel crucial de IL-17A cuando al inyectarla en ratones sanos que seguían una dieta estándar observaron que a las cuatro semanas aparecían los primeros signos de esteatohepatitis no alcohólica. Es más, los investigadores han bloqueado IL-17A empleando diferentes métodos y han logrado prevenir la aparición de y de hepatocarcinoma. También, los autores han analizado la presencia de URI e IL-17A en el hígado de personas obesas o con infección por hepatitis B o C. En estos casos, la esteatosis y el hepatocarcinoma parecían positivamente asociados a los niveles de ambos agentes. Este hallazgo puede allanar el camino hacia una nueva estrategia terapéutica para esteatohepatitis no alcohólica y el cáncer de hígado, especialmente en pacientes con diabetes o infección por virus de la hepatitis. “El tratamiento de la hepatitis C representa un reto socioeconómico en nuestra sociedad; bloquear la acción de IL-17A con digoxina proporcionaría una forma de profilaxis efectiva y barata para los pacientes con hepatitis B o C, que tienen un elevado riesgo de desarrollar NASH y carcinoma hepatocelular”, han zanjado.

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