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    MADRID, 28 (EUROPA PRESS) El plan contra la Hepatitis C puesto en marcha hace un año por el Ministerio de Sanidad ha permitido curar ya a más del 95 por ciento de los 52.000 pacientes previstos gracias a los nuevos tratamientos orales de última generación, pero la reducción de mortalidad atribuible a este beneficio no se verá hasta el año 2018 y, según los expertos, será “insuficiente” si no se mejora esta estrategia. De hecho, ha explicado el jefe de Servicio de Aparato Digestivo del Complejo Hospitalario Universitario de Pontevedra, Juan Turnes, si se mantienen los criterios de tratamiento (tratar a los pacientes a partir de F2) y no mejora el diagnóstico del virus las muertes relacionadas con el hígado se reducirán levemente en los próximos diez años, pasando de las 1.600 registradas actualmente a poco más de 1.400 en el año 2024. “El plan ha superado las expectativas iniciales, completando en 14-15 meses la cifra de pacientes prevista para 36 meses”, ha destacado este experto durante una sesión formativa sobre farmacoeconomía y hepatitis C organizado por Gilead, compañía farmacéutica que comercializa algunos de estos fármacos. No obstante, ha añadido, “a nivel poblacional interesa tratar a más pacientes para que el impacto sea mayor”. El primer impacto positivo de la curación de un porcentaje tan alto de pacientes podrá verse en las listas de espera para trasplante hepático, “con una reducción del número de pacientes por hepatitis C que necesitan un órgano”, según Turnes. En cambio, el impacto en la mortalidad no se verá tan de inmediato ya que la probabilidad de fallecer por cirrosis hepática dentro del primer año es baja, por lo que la mortalidad por hepatitis C no comenzará a bajar en España hasta a partir del año 2018. La prevalencia de la enfermedad también se beneficiará de esa estrategia y si actualmente se estima que en España hay unas 480.000 personas con hepatitis C –aunque el plan determinó que los diagnosticados eran sólo unos 92.000– se prevé que la cifra baje hasta 270.000 para el año 2024. No obstante, ha añadido este experto, para que ese impacto sea más acusado, tanto en la mortalidad como en el número de afectados, es preciso revisar el plan para facilitar el diagnóstico de pacientes “ocultos” y ampliar el acceso al tratamiento a los pacientes menos graves. EL PLAN GENERO UN “EFECTO LLAMADA” DE NUEVOS CASOS Turnés ha admitido que el “revuelo social” que ocasionó la aprobación del plan hace un año propició un aumento de los diagnósticos, pero “más por una especie de ‘efecto llamada’ que por una estrategia coordinada”. De hecho, en su hospital registraron en 2015 unos 170 casos nuevos cuando otros años apenas tenían entre 20 ó 30. “Pero este efecto se va a ir apagando”, ha apuntado este experto, que aboga por desarrollar una estrategia real de cribado, sobre todo si se tiene en cuenta que en España sólo un 33 por ciento están diagnosticados. Esta estrategia debería dirigirse a los grupos de riesgo (personas que se realizaron transfusiones sanguíneas antes de 1990 o que han sido usuarios de drogas inyectables, entre otros) o a los nacidos entre 1950 y 1980, cuando se estima que se infectaron el 75 por ciento de los casos que hay en España. DETECTAR IMPLICA TRATAR “El problema es que desarrollar programas de cribado es algo complejo, y no porque sea caro detectarlos, sino porque implica tratarlos”, ha reconocido este experto. Asimismo, propone ampliar el uso de estos nuevos fármacos orales a los pacientes con un grado más bajo de enfermedad (F0 y F1) a partir del año 2017. Con ambas medidas ha avanzado, se podrían identificar unos 40.000 nuevos casos al año y tratar a cerca de 50.000, con lo que en 2024 apenas habría unos 14.000 pacientes. Del mismo modo, la mortalidad por enfermedades del hígado se reduciría en más de la mitad. Pese al elevado coste que supuso el plan, este experto reconoce que “el paciente más caro es el no curado” ya que los costes directos e indirectos de la enfermedad son superiores al precio de los medicamentos. De hecho, un estudio realizado en Portugal ha revelado que el coste sanitario directo de tratar la enfermedad puede reducirse en unos 30.000 euros por paciente gracias a estos nuevos medicamentos, ya que en diez años se reducirían las principales morbilidades asociadas, tanto los hepatocarcinomas (-73%) como la cirrosis (-93,2%) o el trasplante hepático (-92%). “Hay que poner en contexto lo que supone el coste del tratamiento respecto al coste global de la enfermedad”, ha añadido Alvaro Hidalgo, profesor titular en el Area de Fundamentos de Análisis Económico de la Universidad Castilla-La Mancha, que insiste en la necesidad de gestionar los recursos sanitarios de una forma más eficiente y teniendo en cuenta costes indirectos y el impacto en la calidad de vida de los pacientes.

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